viernes, 13 de noviembre de 2015

Verano 2002

Siempre que siento el abatimiento pienso en aquel verano. Todo fue perfecto, y siempre he querido volver a esos días y quedarme allí para siempre. Mi mamá todavía estaría ahí, sonriendo. Quizás extraño tanto ese verano porque creo fue la última etapa de mi vida en que todavía era inocente, en que todavía creía en la gente, en el amor. Después de eso, con los años, fui entendiendo y aprendiendo que nada nos pertenece en realidad. Como ahora, que ya no me pertenece ni mi cordura, ni mi actuar. Poco a poco se me fue yendo de las manos la capacidad de encontrar mi centro; ahora es cuando siento la fragilidad de la mente... y lo poderosa que es. Me siento enferma, lo estoy en realidad. Mi cuerpo no lo está, mi mente sí. A pesar de que la solución parece bastante simple, cada vez que trato de verla y aplicarla, se me escapa. Quiero hacer todo y quiero hacer nada a la vez... quiero perder el miedo a tener miedo, pero el miedo es el que no me deja salir. Estoy atrapada dentro de mí misma, nada de lo que hago parece tener sentido, aunque me siento rodeada de amor, me siento infinitamente abandonada y frágil... como un niño pequeño sin padres ni hogar. Quizás es porque mi mamá era mi hogar, ella era nuestro hogar. El corazón de la casa, de la familia. Nos hemos vuelto una familia sin corazón que vive el día a día con un corazón artificial. pero ya sin emociones, sin sentimientos. Ella era todo eso ¿Cómo reconstruir un hogar sin corazón? Quizás eso es lo que busco, un corazón para amar y que me ame, ya que lo perdí el dia en que ella respiró su último aliento. La verdad no le veo mucho sentido a nada sin ella, sin lo que representaba en mi vida y lo que sacaba de mí; ni mi carrera, ni mis sueños, ni mi futuro como mujer o persona en el mundo. Es infinitamente triste y egoísta que lo diga, pero vivir por vivir ya no parece suficiente. 
Y por si fuera poco mi perrito tampoco está, ni la Meche... quien fue mi segunda mamá y mi apoyo y fuerza durante toda mi infancia. Muchas veces me cuestiono por qué siempre quiero volver a Talca, quizás es porque me las recuerda a ambas, y porque fue uno de los últimos lugares donde fui feliz. Probablemente en unos años más, si es que sobrevivo esta crisis, pensaré lo mismo de estos tiempos. Miraré atrás y me daré cuento de todo lo que tengo ahora... un padre amoroso que además es mi amigo, una familia adoptiva que me llena de alegría, unos sobrinos adorables a quienes quiero ver crecer y un hombre, o más de uno tal vez, que de alguna forma u otra me hace creer que el amor es posible. Pero a quién engaño, eso no me llena. Necesito realidad. Necesito sentir. Necesito sentirme viva otra vez... aunque quizás el camino es tal como y como dice mi querido Chinaski: "Tienes que morir un par de veces antes de que puedas vivir realmente" Pero... ¿cuántas veces más tendré que morir?
 

viernes, 14 de agosto de 2015

El mejor amigo del hombre

Watson Felipe... el mejor amigo.
No sé si alguien podría atreverse a siquiera cuestionar que el perro es el mejor amigo del hombre. No existen seres más leales, files y abnegados que los perros; nadie te querrá jamás con ese nivel de entrega y devoción. Tristemente los seres humanos no somos capaces de amar de esa manera... tan desinteresada, tan incondicional.
He perdido mucho en mi vida; a pesar de las maravillas que tengo creo fervientemente, y convencidamente, que me ha tocado más perder que ganar. Quiero creer que esto es porque me aguarda algo mejor. Después de quedarme sin mi madre y abuela, que más bien era una madre más, pareciera ser que me he ido acostumbrando a despedirme de quienes con sinceridad me han amado de verdad. Sin duda alguna aquellas dos mujeres y este perrito que parece estar listo para partir también, son los seres que más me han amado. Afortundamente, tengo a mi padre, que bien sé que me ama incondicionalmente, y un puñado de amigos extraordinarios que hacen que la tristeza de caminar por la vida sin esos grandes amores que fueron mis madres y mi perrito, sea sostenible. 
La verdad es que no tengo ningún interés en hacer de esta entrada algo deprimente. Al contrario, lo único que me interesa realmente es darle el espacio a mi gran perro y compañero de vida, amigo, cómplice y amor encarnado porque mañana es un día triste. Porque mañana muy probablemente sea el último día que te vea respirar, que escuche tu voz perruna, que vea tus ojitos brillantes y que pueda hacerte cariño. Mañana probablemente va a ser el último día en que salga al patio y te vea ahí, esperándome. Mañana va a ser el último día que tenga un amigo esperándome en casa con emoción. Pero quiero creer que mañana comienza algo nuevo para ti. En definitiva mereces estar en un lugar mejor... un lugar donde todo el amor que me has entregado por 13 años sea realmente recompensado. Un lugar en donde los seres que te rodeen sepan amar, y amarte como tu eres capaz de amar. Sinceramente amigo, qué ganas de que exista un universo paralelo de perritos en donde pueden leer y entender el amor humano, que comparado al suyo, es pobre. Gracias por acompañarme, por verme crecer, por cuidarme y por amarme cada día. Gracias por escogerme... por haberme dado la dicha de tenerte, de acompañarte y darte un hogar. Ojalá nos topemos en alguna otra vida o en algún otro espacio del gran universo. Espero allí ser una mejor persona ya, y poder darte el amor que te mereces de verdad. Siento que no hay humano en el mundo que realmente sea merecedor de un perro. Después de todo, son un premio y consuelo para esta absurda y vacía vida que nos toca vivir. 
Buen viaje querido amigo, si es que este es tu momento, toma el camino que te llevará a ese lugar maravilloso en el que mereces descansar y ser feliz... como ese cachorrito que llegó un día a casa somnoliento y hambriento, como ese cachorrito que movió su colita para mí incluso cuando todo se venía abajo. Acompaña a mamá. Acompáñense los dos. Ella te trajo a mi vida y nada me gustaría más a que fuera ella quién te está esperando con un abrazo.
Te amo perrito. Trataré de ser una mejor persona por ti y aprenderé a amar por ti y mamá. 

sábado, 7 de febrero de 2015

Las drogas y yo.

A veces envidio a la gente común. Se conforman con poco, se divierten con cualquier cosa y, si no se divierten, no se lo cuestionan… pueden soportarlo. Yo no. Siempre estoy buscando algo, sentir algo. Lamentablemente no soy como los demás. No me satisface la compañía y el amor de quienes me rodean, no me satisface la comida como a los demás, no me satisface ver tv, no me satisface conversar… ni siquiera un buen follón puede llenarme. Todas esas cosas son pasajeras, inútiles. Lo único que me mantiene en calma a ratos son las drogas; benditas y malditas, odiadas y amadas… de alguna manera u otra son mis mejores aliadas en tiempos de desasosiego, de aburrimiento, de alegría o de tristeza. Trato de buscar un momento en que consumir drogas no sea rico y no lo encuentro. Y cuando digo drogas me refiero a todas; el alcohol y el tabaco también. Siempre he pensado que el problema no son las drogas sino la gente, y hoy creo que es cierto. Las drogas pueden ser buena compañía siempre y cuando tengamos claro que jamás podrán llenar los vacíos, sólo anestesian el hastío y el letargo por un rato… son como una bocanada de aire fresco en una ciudad atascada de smog. Yo eso lo entendí hace rato, y por eso me tomo la libertad de probar una y otra vez cuanta cosa se me pone por delante, pero si me preguntan, cuando era más chica e inocente, jamás creí que yo sería una de esas personas que salía en la tele y que todos criticaban por consumir… ahora entiendo todo. Habemos quienes, contrario a lo que piensan muchos, estamos tan conscientes de todo que lo único que nos queda es tomar “aire fresco”. Sin embargo, este aire fresco tiene un precio; una vez que el efecto termina viene el vacío otra vez, el aburrimiento. Porque sí, mi verdad es que consumo porque estoy aburrida… no porque siento pena, o porque me sienta sola, ni por la muerte de mi madre ni la melancolía que me abunda siempre… no, lo mío es aburrimiento y nada más. Sigo intentando buscar algo que no me aburra, alguien que no me aburra. Todos y todo me aburre de vez en cuando… normal o no, es lo que creo y siento. Tal vez simplemente soy una de esas tantas personas incapaces de amar… pareciera ser que lo único que llena a la gente y la calma es el amor, o lo que sea que eso signifique. No he podido encontrar amor, no he amado ni he sido amada… quizás a ratos sí como todo simple mortal, pero aún no he tenido la “suerte” de tropezarme con algo o alguien que me de paz. Hoy por hoy agradezco a la bicicleta, al boxing por ayudarme a mermar mi absurda existencia… pero a quién engaño, lo que me gusta de ambos es que producen endorfinas, y aceptémoslo, las endorfinas no son más que drogas que nuestro propio cuerpo produce... y esa es la razón. No hay otra razón. El día que no existan las drogas no tendrá mucho sentido la existencia para mí, o quizás sea lo suficientemente creativa como para encontrar alguna otra forma destructiva de pasar los días.

jueves, 9 de enero de 2014

En el horizonte de mi mente se ha escondido el sol

Y otra vez lo comprendo. Mi rol no puede ser jugado por otra persona que no sea yo, ni existe quién pueda jugarlo para mí. Tal vez un día exisitó, pero vine a darme cuenta de ello demasiado tarde... y 'no hay nada peor que demasiado tarde', como dice Hank.
Tal vez, o ya a estas alturas más que tal vez, estoy casi segura de ello, habemos personas que nacimos para entregar, quizás porque dentro nuestro hay tanto que dar, que la fuente inagotable hace que únicamente tu puedas entregar y entregar... y recibir un poco, pero nunca recibir suficiente.
Siempre me equivoco, siempre creo haber encontrado la clave, la luz, el camino... y al final sólo logro darme cuenta de que quizás por el hecho de ser luz, no puedo encontrar la mía. Tal vez llamarme a mí misma luz sea un acto de absoluta arrogancia, pero a veces pareciera ser así. Es como haber nacido con un don que es inútil para tí, como poder concerder 3 deseos como el genio de la lámpara, sin poder concederte ni siquiera uno para tí. ¿Acaso será que debo encontrar el regocijo en regocijar a los demás? Quizás sea horrible de mi parte, pero ya no lo siento más. Necesito que alguna vez, por lo menos una vez, alguien me regocije sin esperar nada a cambio.
A pesar de todo, cuando junto todos esos corazones que me rodean de alguna manera puedo inventarme uno. Aun así, hoy es uno de estos días en que otra vez quiero tirar todo por la borda. Tal vez soy una malagradecida, o una inconformista, no lo sé, pero estoy cansada... cansada de buscar sin encontrar, cansada de encontrar y perder, cansada de creer que encuentro para al final, darme cuenta que no encontré nada. Abrir la puerta mágica, y que no haya nada.
Si tuviera el valor quizás terminaría con todo, pero no lo tengo. Aun me queda una persona por quien y para quien luchar, si no fuera por eso, podría finalmente liberarme de todo esto.
Hoy es una de esas noches, de esas que hace tiempo no tenía... esas en donde tu cerebro se apaga y tu corazón se silencia, esas noches donde en verdad parece no haber salida... otra vez la nada y yo bailaremos un vals bajo la luna, otra vez la nada y yo seremos uno.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Alguien que solía conocer

Hoy decidí levantarme un poco más temprano (poco antes del mediodía, eso es temprano para mí).
Subí al auto con mi viejo y nos fuimos a la feria. El centro de este pequeño y aislado pueblo estaba lleno de gente que nunca supe estaba aquí. Por un momento sentí que no estaba en mi añorado y pequeño pueblo, sino en uno de esos espacios lejanos a una ciudad, pero suficientemente cercanos como para estar atestado de gente y autos. Seguramente la gente salió de su casa por las elecciones presidenciales, o quizás porque es domingo y a la gente le encanta fingir que tiene una vida familiar los domingos.
Una vez en la feria, mi viejo me dijo "Ahí andaban tu ex y tu ex suegra comprando"; a lo que yo respondí "Que bueno que no los ví, hubiera sido incómodo." Seguimos caminando. Mi obsesión por comprar verduras era tal que me demoré más de lo habitual. Cuando ya volvíamos, casi choco de frente con una persona; levanté la mirada y era él, mi ex. Me dirigió la mirada más triste y resignada que he visto en mucho tiempo. Su apariencia delgada y cabizbaja, y la falta de brillo en sus ojos me entristeció. Pensé en saludarlo; mi boca se entreabrió como con la intención de dejar escapar un tonto y formal "hola", pero no fui capaz de hacerlo, no después de ver la mirada en sus ojos, y de ver cómo esquivó mi mirada fingiendo no conocerme.
Me perturba y me angustia pensar que no sentí nada al verlo. Sólo pena por su apariencia. Es como si desde que estábamos juntos hasta ahora, hubiera dejado que se le fuera la vida. De vuelta a la casa, sólo pensaba en cómo una persona que significó tanto para ti, a quien te entregaste en cuerpo y alma, alguien con quien imaginaste un futuro, de repente, sin razón y sin mayor escándalo, se transforma en una persona que una vez conociste, pero que ya no conoces. Como un compañero del kinder con quien pasaste unos cuantos meses y que después si te lo encuentras en la calle reconoces vagamente; esa cara te es familiar, pero no puedes recordar nada relevante acerca de él. Así mismo se sintió. Dos desconocidos, dos humanos como cualquier otros compartiendo el mismo espacio, pero total y absolutamente indiferentes el uno del otro.
¡Qué triste es el amor! Viene y se va como un resfrío, como un dolor de cabeza. Una vez le dediqué tantas palabras, tantos pensamientos y emociones, y ahora sólo estoy dedicándole palabras que explican y expresan cómo ya no tengo emociones hacia él, sólo vagos recuerdos nostálgicos de tiempos en los que ambos fuimos felices.
Siempre he sido la clase de persona que disfruta mucho la soledad, pero que, sin embargo, lucha inútilmente por mantener los lazos que alguna vez se crearon con personas. Mi cerebro y corazón se niegan a aceptar que hay que gente que está de paso en tu vida, que cumplió el mismo rol que esa persona a quien le compraste un helado un día caluroso; un alivio breve y preciso, para una dolencia breve y precisa.
Ha sido un día triste para la humanidad. El resto no lo sabe, pero yo lo sé. El amor se acaba, y la vida sigue, día tras día, sigue sin cesar. Ojalá algún día termine de resignarme a que es mejor estar lejos de algunas personas para no hacerles más daño. Yo siempre queriendo ser amiga de las personas, incluso de las que me dañaron, pero ya he comprendido que él está mejor sin mí. No en vano escogió arrancarme de su vida, no en vano escogió hacer como que no me conoce. Ahora soy alguien que él solía conocer, y él es alguien que yo solía conocer. Sí, esta frase es de la canción de Gotye. A pesar de que odio la música actual por supérflua y repetitiva, esa canción expresa muy bien lo que hoy acabo de descubrir.
Más tarde cuando llegué a la casa y prendí el computador, no sé por qué me puse a leer frases célebres, y para sorpresa mía me encontré con una que quizás me dio la respuesta a las preguntas que no me estaba haciendo, pero para las cuales necesitaba feacientemente una respuesta:
"En algún momento de tu vida, vas a conocer a alguien y finalmente te vas a dar cuenta, por qué no funcionó con nadie más."
Y sí, es como si en verdad el universo hubiera conspirado estos días para hacerme entender que esto es verdad. Ahora comprendo todo; no era él ni era yo, no éramos ni siquiera nosotros juntos. Simplemente no era... simplemente porque algo más me espera, algo más le debe esperar a él también. Seremos como dos desconocidos ahora, pero en mi camino hay alguien que no será un desconocido para mí jamás, y esa es la razón, la única razón.
"Now you're just somebody that I used to know"

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sentirse mal es mejor que no sentir nada en absoluto.

Vacío. Desde del exterior hacia el interior, y viceversa. Sentir que cada espacio frío es una caricia superficial, ridícula. Sigo pensando que la melancolía y la tristeza están infravaloradas. Creo que en esos momentos de abatimiento es cuando el verdadero yo sale a encontrarse con el mundo, especialmente frente al espejo. Es como si en realidad por un momento el cerebro fuera incapaz de producir "felicidad", esa felicidad bioquímica a la que nos vemos expuestos algunas veces... después de un buen momento con los amigos, después de fumarse un porro, después de un momento de éxito, después del buen sexo, después de un vino. Quizás realmente no somos más que máquinas biológicas que pueden sentir lo que el exterior nos hace sentir, lo que a veces el exterior quiere que sintamos, con algún fin, que se yo. Es por eso que la felicidad no existe; viene envasada, embotellada, en forma de pastilla o en la existencia de otra persona. Aún así, creo que los humanos estamos hecho para buscar momentos de felicidad, y obviamos la necesidad de sentirnos tristes para constrastar. ¡Qué crueldad que la tristeza esté en todos lados! incluso cuando no la buscamos... y que la felicidad siempre nos esquive y se nos esconda. Puede ser que en el fondo de mí, mi necesidad de estar triste supere en demasía mi necesidad de estar feliz, y al estar siempre allí la oscura nostalgia, yo que la busco, la encuentro con más facilidad. ¡Cuántas veces he tenido la felicidad frente de mí! pero mi constante obsesión de sentir el abatimiento inspirador, me ha nublado la capacidad de sacar ventaja de la alegría como cualquier persona normal. Quizás por eso detesto todo, en el fondo de mí; la gente, los espacios vacíos, los espacios llenos, la risa estruendosa, el llanto... la resaca que deja el alcohol, el dolor en el pecho que deja el tabaco, todo... lo detesto todo. A veces, sólo a veces siento que nací a la inversa. Aún cuando estoy casi segura de eso, me vuelvo otro ser humano más. Al fin y al cabo, tan sólo soy una pequeña partícula que forma parte del gran todo, del universo. Y es en ese momento cuando más me detesto, cuando termino buscando felicidad en todos lados, y agotada e inexperta, no la encuentro.



“...y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida.”

miércoles, 29 de agosto de 2012

1.45 am

"El breve espacio en que no estás"
Eran la 1 y 45 am aproximadamente. En mi cabeza resonaban un montón de canciones, voces, palabras... ecos de risas distantes. Acababa de despertar de un sueño, lamentablemente no podía recordar con claridad quien o quienes estaban en él, sólo recordaba la angustia que me producía repasar las pocas imágenes que mi frágil mente recordaba de aquel sueño. Miré a mi lado y ahí estaba él... durmiendo con una sonrisa, con ese dejo de paz que siempre abundaba en su semblante cuando dormía; podía sentir el aroma de su pelo y su piel, podía acariciar el tatuaje de su brazo y sentir como sus pelos se erizaban aún dormido. Le susurraba al oído acerca de mis planes para el siguiente día. que si íbamos a tomar un helado, que si íbamos a jugar pool o que si simplemente nos quedábamos la tarde entera mirándonos el uno al otro, disfrutando nuestros besos, nuestras caricias, de la pasión que nació desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron. Prendí un incienso como de costumbre cuando despierto atolondrada por un mal sueño... el aroma a vainilla me hacía sentir como si estuviera tirada en un prado verde y lejano mirando el mar. Era curioso como el incienso de vainilla podía calmarme siendo que es el sabor que más detesto en una comida, el olor que más detesto en una comida, era curioso todo entonces, ahora nada parece serlo. Me quedé mirando largo rato la lámpara de lava y el vaivén de esa extraña sustancia; la paz que ella conseguía traer era impensable, era una noche que parecía terminar mal pero que después parecía ser perfecta. Me levanté por un poco de té, la polera se me caía por el hombro... me quedaba grande, claramente no era mía... era de él, me la había regalado para que cuando no estuviera durmiendo conmigo pudiera tener una parte de él cerca. Me encantaba la manera que caía sobre mi horrible cuerpo, me encantaba pensar que en esa tela gris y rosada, en esa extraña mezcla de colores quedaban algunas partículas microscópicas de su piel. Volví a la cama, lista para volver a conciliar el sueño. Me tiré sobre la cama, lo miré por última vez y balbuceé torpemente un te amo. Cerré los ojos y sonreí; todo parecía estar en calma otra vez. La alarma del reloj sonó estrepitosamente, miré la hora y ya eran las 7 am; tenía que levantarme para ir a la universidad. De pronto con los ojos entreabiertos miré hacia mi costado para darle el beso de buenos días a mi amor, pero él no estaba ahí, ni su aroma estaba ahí, ni su pelo, ni su voz. Fue entonces que comprendí que la pesadilla que me había despertado había sido la realidad y que la realidad que tanta calma me trajo y me dejó volver a conciliar el sueño, era sólo un sueño. -"Un sueño dentro de un sueño"- decía Poe. Jamás nunca tuvo tanto sentido esa frase como hasta el preciso instante en que comprendí que sólo quería seguir soñando.