domingo, 15 de diciembre de 2013

Alguien que solía conocer

Hoy decidí levantarme un poco más temprano (poco antes del mediodía, eso es temprano para mí).
Subí al auto con mi viejo y nos fuimos a la feria. El centro de este pequeño y aislado pueblo estaba lleno de gente que nunca supe estaba aquí. Por un momento sentí que no estaba en mi añorado y pequeño pueblo, sino en uno de esos espacios lejanos a una ciudad, pero suficientemente cercanos como para estar atestado de gente y autos. Seguramente la gente salió de su casa por las elecciones presidenciales, o quizás porque es domingo y a la gente le encanta fingir que tiene una vida familiar los domingos.
Una vez en la feria, mi viejo me dijo "Ahí andaban tu ex y tu ex suegra comprando"; a lo que yo respondí "Que bueno que no los ví, hubiera sido incómodo." Seguimos caminando. Mi obsesión por comprar verduras era tal que me demoré más de lo habitual. Cuando ya volvíamos, casi choco de frente con una persona; levanté la mirada y era él, mi ex. Me dirigió la mirada más triste y resignada que he visto en mucho tiempo. Su apariencia delgada y cabizbaja, y la falta de brillo en sus ojos me entristeció. Pensé en saludarlo; mi boca se entreabrió como con la intención de dejar escapar un tonto y formal "hola", pero no fui capaz de hacerlo, no después de ver la mirada en sus ojos, y de ver cómo esquivó mi mirada fingiendo no conocerme.
Me perturba y me angustia pensar que no sentí nada al verlo. Sólo pena por su apariencia. Es como si desde que estábamos juntos hasta ahora, hubiera dejado que se le fuera la vida. De vuelta a la casa, sólo pensaba en cómo una persona que significó tanto para ti, a quien te entregaste en cuerpo y alma, alguien con quien imaginaste un futuro, de repente, sin razón y sin mayor escándalo, se transforma en una persona que una vez conociste, pero que ya no conoces. Como un compañero del kinder con quien pasaste unos cuantos meses y que después si te lo encuentras en la calle reconoces vagamente; esa cara te es familiar, pero no puedes recordar nada relevante acerca de él. Así mismo se sintió. Dos desconocidos, dos humanos como cualquier otros compartiendo el mismo espacio, pero total y absolutamente indiferentes el uno del otro.
¡Qué triste es el amor! Viene y se va como un resfrío, como un dolor de cabeza. Una vez le dediqué tantas palabras, tantos pensamientos y emociones, y ahora sólo estoy dedicándole palabras que explican y expresan cómo ya no tengo emociones hacia él, sólo vagos recuerdos nostálgicos de tiempos en los que ambos fuimos felices.
Siempre he sido la clase de persona que disfruta mucho la soledad, pero que, sin embargo, lucha inútilmente por mantener los lazos que alguna vez se crearon con personas. Mi cerebro y corazón se niegan a aceptar que hay que gente que está de paso en tu vida, que cumplió el mismo rol que esa persona a quien le compraste un helado un día caluroso; un alivio breve y preciso, para una dolencia breve y precisa.
Ha sido un día triste para la humanidad. El resto no lo sabe, pero yo lo sé. El amor se acaba, y la vida sigue, día tras día, sigue sin cesar. Ojalá algún día termine de resignarme a que es mejor estar lejos de algunas personas para no hacerles más daño. Yo siempre queriendo ser amiga de las personas, incluso de las que me dañaron, pero ya he comprendido que él está mejor sin mí. No en vano escogió arrancarme de su vida, no en vano escogió hacer como que no me conoce. Ahora soy alguien que él solía conocer, y él es alguien que yo solía conocer. Sí, esta frase es de la canción de Gotye. A pesar de que odio la música actual por supérflua y repetitiva, esa canción expresa muy bien lo que hoy acabo de descubrir.
Más tarde cuando llegué a la casa y prendí el computador, no sé por qué me puse a leer frases célebres, y para sorpresa mía me encontré con una que quizás me dio la respuesta a las preguntas que no me estaba haciendo, pero para las cuales necesitaba feacientemente una respuesta:
"En algún momento de tu vida, vas a conocer a alguien y finalmente te vas a dar cuenta, por qué no funcionó con nadie más."
Y sí, es como si en verdad el universo hubiera conspirado estos días para hacerme entender que esto es verdad. Ahora comprendo todo; no era él ni era yo, no éramos ni siquiera nosotros juntos. Simplemente no era... simplemente porque algo más me espera, algo más le debe esperar a él también. Seremos como dos desconocidos ahora, pero en mi camino hay alguien que no será un desconocido para mí jamás, y esa es la razón, la única razón.
"Now you're just somebody that I used to know"

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sentirse mal es mejor que no sentir nada en absoluto.

Vacío. Desde del exterior hacia el interior, y viceversa. Sentir que cada espacio frío es una caricia superficial, ridícula. Sigo pensando que la melancolía y la tristeza están infravaloradas. Creo que en esos momentos de abatimiento es cuando el verdadero yo sale a encontrarse con el mundo, especialmente frente al espejo. Es como si en realidad por un momento el cerebro fuera incapaz de producir "felicidad", esa felicidad bioquímica a la que nos vemos expuestos algunas veces... después de un buen momento con los amigos, después de fumarse un porro, después de un momento de éxito, después del buen sexo, después de un vino. Quizás realmente no somos más que máquinas biológicas que pueden sentir lo que el exterior nos hace sentir, lo que a veces el exterior quiere que sintamos, con algún fin, que se yo. Es por eso que la felicidad no existe; viene envasada, embotellada, en forma de pastilla o en la existencia de otra persona. Aún así, creo que los humanos estamos hecho para buscar momentos de felicidad, y obviamos la necesidad de sentirnos tristes para constrastar. ¡Qué crueldad que la tristeza esté en todos lados! incluso cuando no la buscamos... y que la felicidad siempre nos esquive y se nos esconda. Puede ser que en el fondo de mí, mi necesidad de estar triste supere en demasía mi necesidad de estar feliz, y al estar siempre allí la oscura nostalgia, yo que la busco, la encuentro con más facilidad. ¡Cuántas veces he tenido la felicidad frente de mí! pero mi constante obsesión de sentir el abatimiento inspirador, me ha nublado la capacidad de sacar ventaja de la alegría como cualquier persona normal. Quizás por eso detesto todo, en el fondo de mí; la gente, los espacios vacíos, los espacios llenos, la risa estruendosa, el llanto... la resaca que deja el alcohol, el dolor en el pecho que deja el tabaco, todo... lo detesto todo. A veces, sólo a veces siento que nací a la inversa. Aún cuando estoy casi segura de eso, me vuelvo otro ser humano más. Al fin y al cabo, tan sólo soy una pequeña partícula que forma parte del gran todo, del universo. Y es en ese momento cuando más me detesto, cuando termino buscando felicidad en todos lados, y agotada e inexperta, no la encuentro.



“...y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida.”