A veces envidio a la gente común. Se conforman con poco, se
divierten con cualquier cosa y, si no se divierten, no se lo cuestionan… pueden
soportarlo. Yo no. Siempre estoy buscando algo, sentir algo. Lamentablemente no
soy como los demás. No me satisface la compañía y el amor de quienes me rodean,
no me satisface la comida como a los demás, no me satisface ver tv, no me
satisface conversar… ni siquiera un buen follón puede llenarme. Todas esas
cosas son pasajeras, inútiles. Lo único que me mantiene en calma a ratos son
las drogas; benditas y malditas, odiadas y amadas… de alguna manera u otra son
mis mejores aliadas en tiempos de desasosiego, de aburrimiento, de alegría o de
tristeza. Trato de buscar un momento en que consumir drogas no sea rico y no lo
encuentro. Y cuando digo drogas me refiero a todas; el alcohol y el tabaco
también. Siempre he pensado que el problema no son las drogas sino la gente, y
hoy creo que es cierto. Las drogas pueden ser buena compañía siempre y cuando
tengamos claro que jamás podrán llenar los vacíos, sólo anestesian el hastío y
el letargo por un rato… son como una bocanada de aire fresco en una ciudad
atascada de smog. Yo eso lo entendí hace rato, y por eso me tomo la libertad de
probar una y otra vez cuanta cosa se me pone por delante, pero si me preguntan,
cuando era más chica e inocente, jamás creí que yo sería una de esas personas
que salía en la tele y que todos criticaban por consumir… ahora entiendo todo.
Habemos quienes, contrario a lo que piensan muchos, estamos tan conscientes de
todo que lo único que nos queda es tomar “aire fresco”. Sin embargo, este aire
fresco tiene un precio; una vez que el efecto termina viene el vacío otra vez,
el aburrimiento. Porque sí, mi verdad es que consumo porque estoy aburrida… no
porque siento pena, o porque me sienta sola, ni por la muerte de mi madre ni la
melancolía que me abunda siempre… no, lo mío es aburrimiento y nada más. Sigo
intentando buscar algo que no me aburra, alguien que no me aburra. Todos y todo
me aburre de vez en cuando… normal o no, es lo que creo y siento. Tal vez
simplemente soy una de esas tantas personas incapaces de amar… pareciera ser
que lo único que llena a la gente y la calma es el amor, o lo que sea que eso
signifique. No he podido encontrar amor, no he amado ni he sido amada… quizás a
ratos sí como todo simple mortal, pero aún no he tenido la “suerte” de tropezarme
con algo o alguien que me de paz. Hoy por hoy agradezco a la bicicleta, al
boxing por ayudarme a mermar mi absurda existencia… pero a quién engaño, lo que
me gusta de ambos es que producen endorfinas, y aceptémoslo, las endorfinas no
son más que drogas que nuestro propio cuerpo produce... y esa es la razón. No
hay otra razón. El día que no existan las drogas no tendrá mucho sentido la
existencia para mí, o quizás sea lo suficientemente creativa como para
encontrar alguna otra forma destructiva de pasar los días.