domingo, 15 de septiembre de 2013

Sentirse mal es mejor que no sentir nada en absoluto.

Vacío. Desde del exterior hacia el interior, y viceversa. Sentir que cada espacio frío es una caricia superficial, ridícula. Sigo pensando que la melancolía y la tristeza están infravaloradas. Creo que en esos momentos de abatimiento es cuando el verdadero yo sale a encontrarse con el mundo, especialmente frente al espejo. Es como si en realidad por un momento el cerebro fuera incapaz de producir "felicidad", esa felicidad bioquímica a la que nos vemos expuestos algunas veces... después de un buen momento con los amigos, después de fumarse un porro, después de un momento de éxito, después del buen sexo, después de un vino. Quizás realmente no somos más que máquinas biológicas que pueden sentir lo que el exterior nos hace sentir, lo que a veces el exterior quiere que sintamos, con algún fin, que se yo. Es por eso que la felicidad no existe; viene envasada, embotellada, en forma de pastilla o en la existencia de otra persona. Aún así, creo que los humanos estamos hecho para buscar momentos de felicidad, y obviamos la necesidad de sentirnos tristes para constrastar. ¡Qué crueldad que la tristeza esté en todos lados! incluso cuando no la buscamos... y que la felicidad siempre nos esquive y se nos esconda. Puede ser que en el fondo de mí, mi necesidad de estar triste supere en demasía mi necesidad de estar feliz, y al estar siempre allí la oscura nostalgia, yo que la busco, la encuentro con más facilidad. ¡Cuántas veces he tenido la felicidad frente de mí! pero mi constante obsesión de sentir el abatimiento inspirador, me ha nublado la capacidad de sacar ventaja de la alegría como cualquier persona normal. Quizás por eso detesto todo, en el fondo de mí; la gente, los espacios vacíos, los espacios llenos, la risa estruendosa, el llanto... la resaca que deja el alcohol, el dolor en el pecho que deja el tabaco, todo... lo detesto todo. A veces, sólo a veces siento que nací a la inversa. Aún cuando estoy casi segura de eso, me vuelvo otro ser humano más. Al fin y al cabo, tan sólo soy una pequeña partícula que forma parte del gran todo, del universo. Y es en ese momento cuando más me detesto, cuando termino buscando felicidad en todos lados, y agotada e inexperta, no la encuentro.



“...y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida.”