miércoles, 29 de agosto de 2012

1.45 am

"El breve espacio en que no estás"
Eran la 1 y 45 am aproximadamente. En mi cabeza resonaban un montón de canciones, voces, palabras... ecos de risas distantes. Acababa de despertar de un sueño, lamentablemente no podía recordar con claridad quien o quienes estaban en él, sólo recordaba la angustia que me producía repasar las pocas imágenes que mi frágil mente recordaba de aquel sueño. Miré a mi lado y ahí estaba él... durmiendo con una sonrisa, con ese dejo de paz que siempre abundaba en su semblante cuando dormía; podía sentir el aroma de su pelo y su piel, podía acariciar el tatuaje de su brazo y sentir como sus pelos se erizaban aún dormido. Le susurraba al oído acerca de mis planes para el siguiente día. que si íbamos a tomar un helado, que si íbamos a jugar pool o que si simplemente nos quedábamos la tarde entera mirándonos el uno al otro, disfrutando nuestros besos, nuestras caricias, de la pasión que nació desde el primer momento en que nuestras miradas se cruzaron. Prendí un incienso como de costumbre cuando despierto atolondrada por un mal sueño... el aroma a vainilla me hacía sentir como si estuviera tirada en un prado verde y lejano mirando el mar. Era curioso como el incienso de vainilla podía calmarme siendo que es el sabor que más detesto en una comida, el olor que más detesto en una comida, era curioso todo entonces, ahora nada parece serlo. Me quedé mirando largo rato la lámpara de lava y el vaivén de esa extraña sustancia; la paz que ella conseguía traer era impensable, era una noche que parecía terminar mal pero que después parecía ser perfecta. Me levanté por un poco de té, la polera se me caía por el hombro... me quedaba grande, claramente no era mía... era de él, me la había regalado para que cuando no estuviera durmiendo conmigo pudiera tener una parte de él cerca. Me encantaba la manera que caía sobre mi horrible cuerpo, me encantaba pensar que en esa tela gris y rosada, en esa extraña mezcla de colores quedaban algunas partículas microscópicas de su piel. Volví a la cama, lista para volver a conciliar el sueño. Me tiré sobre la cama, lo miré por última vez y balbuceé torpemente un te amo. Cerré los ojos y sonreí; todo parecía estar en calma otra vez. La alarma del reloj sonó estrepitosamente, miré la hora y ya eran las 7 am; tenía que levantarme para ir a la universidad. De pronto con los ojos entreabiertos miré hacia mi costado para darle el beso de buenos días a mi amor, pero él no estaba ahí, ni su aroma estaba ahí, ni su pelo, ni su voz. Fue entonces que comprendí que la pesadilla que me había despertado había sido la realidad y que la realidad que tanta calma me trajo y me dejó volver a conciliar el sueño, era sólo un sueño. -"Un sueño dentro de un sueño"- decía Poe. Jamás nunca tuvo tanto sentido esa frase como hasta el preciso instante en que comprendí que sólo quería seguir soñando.

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